Ya os conté hace unos día como emprendí a la tierna edad de 8 años, pero es que como uno siempre ha sido inquieto, y en un año fui evolucionando hacia el reciclaje, en esta ocasión de botellas de cristal, pero no me quiero adelantar.
La verdad es que la venta de papel o cartón no me dejaba demasiado dinero, y necesitaba algo mas. Era un niño de nueve años, por lo que tampoco es que mis gastos fueran desorbitados, pero si quería ganar algo mas, pues los comics no eran baratos y además pronto vendría la feria al barrio. Las fiestas del barrio eran un evento social y mas a mi edad. Feriantes que montaban sus atracciones y tómbolas cubrían medio parque dejando el otro medio para su función habitual.
Justo en medio de esa feria vi de nuevo «la luz» de la oportunidad, lo que demuestra, una vez mas, que siempre hay que estar atento a lo que nos rodea. Resulta que mientras iba a comprar «chuches» con mi hermano a la tienda de frutos secos del parque (en la mitad tranquila), observe a unos «mayores», de esos con «malas pintas» que decían mis padres, que estaban tirados en la pradera del parque bebiendo «litronas». Pues bien, estos chicos le traían las botellas de litro de cerveza vacías al dependiente de la tienda cuando iban a comprar otras nuevas, y este les descontaba parte del importe a razón de los «cascos» vacíos.
Cuando se hubieron ido le pregunte al tendero si nos pagaría a nosotros por traerle botellas vacías también y nos dijo que si. Esta vez pregunte el precio, y el tendero me dijo uno por las botellas grandes y otro por las pequeñas. Miré a mi hermano con una sonrisa en mi joven cara y ya teníamos un nuevo negocio entre manos. Nuestros padres, y bueno en realidad toda la gente mayor, se quejaban de que estos jóvenes dejaban siempre la pradera llena de botellas y basura, y, está claro, la basura se la dejaríamos a los barrenderos, pero las botellas tenían que ser nuestras. Se me revolvían las tripas pensando en todo el dinero que estaban «tirando a la basura» los barrenderos. Realmente no es que fuera mucho, pero para nuestra corta edad era un capital importante y desde luego, bastante mas que con el papel y el cartón, aunque algo mas sucio.
Según mis padres, esos jóvenes tenian de todo y había que tener cuidado de que no nos contagiaran nada o nos pincháramos con alguna jeringuilla. La realidad es que no era tan así, eran jóvenes que se divertían como unos años después haríamos nosotros y unos años antes habían hecho nuestros padres, pero así eran los paradigmas de la época, sin embargo la mayoría eran sanos, pero claro, si lo decían nuestro padres debería ser verdad, por lo que usábamos guantes para no mancharnos demasiado, aunque algunas botellas aun contenían su espumoso liquido y nos manchamos la ropa en ocasiones. Cada vez nos fuimos haciendo mas expertos en la recogida evitando las manchas vaciando los líquidos, esquivando cristales rotos, etc.
Además de eso eramos mas productivos de lo que el tendero imaginaba en un principio, tanto era así que nos ofreció llevarnos cajas de botellas y llenarlas antes de devolvérselas, para no darnos tantos viajes y economizar tiempo, y así lo hicimos. La verdad es que elegimos una buena época para comenzar, pues con la feria, casi todos los días teníamos una buena «cosecha», que nos permitía comprar nuestras «chuches», nuestros comics y hasta montar en alguna de las atracciones.
La verdad es que la cosa funcionaba, y cada vez teníamos mas dinero que íbamos ahorrando para comics posteriores, o lo que fuese surgiendo. Cuando se acabo la feria, la «cosecha» se redujo bastante, pero nos pusimos un mínimo de dinero diario (no recuerdo la cantidad) y recolectábamos nuestras preciadas botellas hasta cubrir el cupo, y lo dejábamos para otro día.
Finalmente a este trabajo invitamos a amigos y compañeros de clase, sobre todo en temporada alta como verano y las fiestas habituales, y pasamos un año interesante con un dinero que de otra manera habría acabado en la basura. Sin saberlo o comprenderlo del todo habíamos ido evolucionado hacia el reciclaje de vidrio tras reciclar papel y cartón.